Como ya sabréis el escritor colombiano Gabriel García Márquez ha fallecido el 17 de abril a los 87 años en su domicilio en la Ciudad de México. El Nobel de Literatura sufrió una neumonía que
le obligó a permanecer ingresado durante ocho días la semana anterior y falleció el pasado jueves santo.
Estamos ante el que un autor que se consideraba especialmente periodista, profesión que amó, y ante uno de los más grandes escritores de la literatura universal. Autor de obras clásicas como Cien años de soledad, El amor en los tiempos del cólera, El coronel no tiene quien le escriba, El otoño del patriarca y Crónica de una muerte anunciada, fue el creador de un territorio eterno y maravilloso llamado Macondo.
Nació en la caribeña Aracataca, un poblado colombiano el 6 de marzo de 1927, y entró a la literatura en 1947 con su cuento La tercera resignación; la gloria le llegó en 1967 con Cien años de soledad, y su confirmación en 1982 con el Nobel de Literatura. Está considerado uno de los padres del realismo mágico latinoamericano y uno de los grandes referentes de la literatura universal. Ha vendido más de 40 millones de ejemplares de sus obras en más de 30 idiomas.
Novelas: La hojarasca (1955), El coronel no tiene quien le escriba (1957), La mala hora (1961), Cien años de soledad (1967), El otoño del patriarca (1975), Crónica de una muerte anunciada (1981), El amor en los tiempos del cólera (1985), El general en su laberinto (1989), Del amor y otros demonios (1994), Memorias de mis putas tristes (2004).
Grandes reportajes: Relato de un náufrago (1970), Noticia de un secuestro (1996), Obra periodística completa (1999). Primer tomo de sus memorias, Vivir para contarla (2002).
Cuentos: Ojos de perro azul (1955), Los funerales de la Mamá grande (1962), La irresistible y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada (1972), Doce cuentos peregrinos (1992).
Y no dudes en pasar por la biblioteca si quieres saber más sobre él. Y recuerda que el mayor testimonio de admiración que puede darse a un escritor no es el simple halago, es leerle.
Aquí tenéis un fragmento de Cien años de soledad y otro de su discurso de aceptación del Premio Nobel.
“La casa se llenó de amor. Aureliano lo expresó en versos que no tenían
principio ni fin. Los escribía en los ásperos pergaminos que le regalaba
Melquíades, en las paredes del baño, en la piel de sus brazos, y en
todos aparecía Remedios transfigurada: Remedios en el aire soporífero de
las dos de la tarde, Remedios en la callada respiración de las rosas,
Remedios en la clepsidra secreta de las polillas, Remedios en el vapor
del pan al amanecer, Remedios en todas partes y Remedios para siempre.
Rebeca esperaba el amor a las cuatro de la tarde bordando junto a la
ventana. Sabía que la mula del correo no llegaba sino cada quince días,
pero ella la esperaba siempre, convencida de que iba a llegar un día
cualquiera por equivocación...”.
"Un día como hoy, mi maestro William Faullkner dijo en este lugar:
‘Me niego a admitir el fin del hombre’. No me sentiría digno de ocupar
este sitio que fue suyo si no tuviera la conciencia plena de que por
primera vez desde los orígenes de la humanidad, el desastre colosal que
él se negaba a admitir hace 32 años es ahora nada más que una simple
posibilidad científica. Ante esta realidad sobrecogedora, que a través
de todo el tiempo humano debió de parecer una utopía, los inventores de
fábulas que todo lo creemos, nos sentimos con el derecho de creer que
todavía no es demasiado tarde para emprender la creación de la utopía
contraria. Una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda
decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el
amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien
años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad
sobre la tierra […] Es por eso que invito a todos ustedes a brindar por
lo que un gran poeta de nuestras Américas, Luis Cardoza y Aragón, ha
definido como la única prueba concreta de la existencia del hombre: la
poesía”.
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